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Todo Incluido, excepto el amor

Todo Incluido, excepto el amor

One Reply to “Todo Incluido, excepto el amor”

  1. Introducción

    No, no, no y no, eso no podía estar pasándome, justo en el momento en que estaba subida a la tabla, cabalgando la ola perfecta, metafóricamente hablando, que yo solo sabía de surf lo que el buenorro de Patrick Swayze nos enseñó en Le llamaban Bodhi.
    Pues lo que te decía, que estaba en el culmen de mi carrera, saboreando las mieles del éxito, cuando me vi sumergida hasta el fondo y sin saber nadar.
    ¡Maldita fuera mi estampa! ¡Si es que era imposible tener tan buena suerte! Tenía que venir Murphy con su ley de las narices para joderlo todo de un plumazo.
    Entré en mi apartamento de sesenta metros cuadrados, el mismo que compartía con Noelia, mi mejor amiga de la infancia, su perro Garbanzo y Laura, a quien conocimos cuando las tres nos convertimos en pretendientas del piso y decidimos que, en lugar de discutir, era mejor idea compartir gastos. Lau estaba en el trabajo, por lo que no era testigo de mi declive.
    Cerré la puerta de una patada y me dejé caer en el desvencijado sofá que rescatamos del contenedor de enfrente, me refiero al edificio, el mismo día que nos mudamos.
    Cuatro plantas sin ascensor, varios raspones y algún culetazo nos llevó encajar aquella reliquia en nuestro diminuto salón. Era eso, o sentarnos a lo indio sobre algunos cojines dispuestos en el suelo, así que a caballo regalado, no le mires el muelle, que era justo lo que acababa de clavarme en la nalga izquierda, porque cuando un día se tuerce, se tuerce.
    —Auch —protesté.
    —¿Qué te pasa?
    —El puto muelle.
    —No me refiero a eso, sino a la cara que traes.
    Es que era pensarlo y se me retorcían las tripas.
    —Ah, eso —proclamé en una sorpresa fingida—. Pues que Victoriano me ha dejado —confesé, pinzándome el puente de la nariz.
    —¡Tomaaa! —celebró ella, alzando la zanahoria que barajaba entre los dedos.
    —¡¿Toma?!
    —Pero ¡¿no estabas deseando patear a Culo Ganador y eliminarlo de tu existencia?! —proclamó sin comprender mi desasosiego.
    Así llamaban Noe y Lau a mi ex, Culo Ganador, o lo que era lo mismo, según ellas, Victori-ano, ya me entiendes. Por lo menos, usaban el sobrenombre cuando estábamos a solas, porque a él, con lo serio y estirado que era, no le hubiera hecho ni pizca de gracia.
    —¡Sí! Pero no justo ahora, cuando más lo necesitaba, ¿recuerdas mi plan? ¿Dejarlo con él cuando tuviera el trabajo y les hubiera demostrado a mis jefes que mi compromiso era con su empresa y no con ese lechuguino más enamorado de su madre que de mí? No podía cortar con él antes de coger el avión al que se suponía que deberíamos haber subido los dos juntos porque mis jefes esperan que llegue con mi prometido colgando del brazo.
    Noelia bufó mientras mordisqueaba la zanahoria y Garbanzo daba un salto al sofá para que le rascara entre las orejas.
    —Pues te cuelgas una foto, que en tu contrato laboral no pone que Mari Carmen Romero Rubio tenga que estar casada o prometida para aceptar su nuevo puesto. Diles la verdad en cuanto pongas un pie en la isla, ¡que lo habéis dejado y que te has quitado un enooorme culo de encima! —proclamó, dando un segundo bocado al vegetal.
    Noe era crudívora, lo que centraba su alimentación en frutas, verduras, frutos secos, cereales germinados, legumbres y semillas. Por un lado, era genial, porque yo y las verduras no nos llevábamos del todo, así que no veía peligrar los alimentos por su parte; no podía decir lo mismo con Laura, a quien apodábamos Chin, de chinchilla, porque era de mecha corta y tenía réplicas muy cortantes.
    Laura y yo podríamos subsistir a base de hamburguesas y patatas fritas, mientras que a Noe no podían faltarle un buen par de pimientos y sus semillas de chía.
    Me tiraría de los pelos si no acabara de ponerme unas carísimas extensiones que me costaron una cuarta parte de mi sueldo, porque ellas insistieron en que una melena por la cintura les daría a mis jefes la publicidad subliminal que necesitaban para ofrecerme el puesto por el que estaba suspirando, y las muy hijas de Esperanza Gracia no fallaron.
    Tras mi intervención en la última reunión anual, que se llevó a cabo hacía dos días, en la que presenté los resultados del hotel que dirigía, me dieron la noticia por la que tanto me había sacrificado.
    Lo merecía más que nadie, mis resultados eran los mejores de la cadena, lo que les hacía arrugar el morro a todos mis compañeros varones, casados y algunos con hijos. Mis jefes pronunciaron mi nombre como la candidata ideal para encabezar el proyecto más ambicioso de la compañía, el puesto que todos los directivos anhelábamos, porque el sueldo era el doble de lo que ganaríamos más incentivos y porque, ¿quién no querría liderar la nueva joya de la corona que suponía la expansión de SunTravel hacia aguas internacionales?
    El premio gordo incluía irse a trabajar al primer resort cinco estrellas gran lujo ubicado en Moorea, la Polinesia francesa.
    ¿Cómo te quedas? Pues imagino que como yo y el resto de crápulas que ya se veían rodeados de agua cristalina, cocoteros, arena fina e increíbles puestas de sol bajo una palmera, yo incluida.
    Dijeron mi nombre, y sus sonrisas falsas de tiburón emergieron para darme la enhorabuena mientras mi jefe me decía que preparara las maletas junto a las de mi prometido, tendiéndome un par de billetes de avión de ida y sin vuelta.
    No podía estar más eufórica, se suponía que Victoriano estaba de acuerdo en reacomodar su vida en el paraíso, pero cuando ese día lo invité a comer a nuestro restaurante favorito para darle la noticia, su cara se transformó y arrojó contra todas mis ilusiones un puñetero coco del tamaño de Pakistán.
    ¡No era justo! Era mi sueño, mi P.U.T.O. S.U.E.Ñ.O., y el lechuguino de Culo Ganador no tenía derecho a abandonarme en un mar, sangrante y rodeada de tiburones. Si me negaba a ir, todos mis «compañeros» irían a por mí para desmembrarme sin miramientos, y todo porque decía que no se veía viviendo rodeado de agua.
    ¡Que íbamos a vivir en la Polinesia, no a convertirnos en los Snorkel!

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